martes, 20 de marzo de 2018
El paro consecuencias físicas y sociales
Cuando después
de trabajar durante muchos años (situación
de las personas mayores de 45 años), se pierde repentinamente y de manera
involuntaria el trabajo, se da una situación de duelo por la pérdida del este. Se pueden llegar
a experimentar una serie de trasformaciones emocionales, psicológicas y
sociales. Para la Asociación Psicológica Americana (APA) “las personas en desempleo
corren doble riesgo sufrir problemas psicológicos tales como depresión,
ansiedad, síntomas psicosomáticos, bajo bienestar psicológico y pobre
autoestima”. (Paul & Moser, 2009).
La situación
de desempleo es interpretada de diferente manera de acuerdo a una serie de
circunstancias individuales, a nivel general entre las consecuencias
psicológicas negativas la persona en paro, ve disminuida su autoestima, sufre depresión,
ansiedad, etc. Es decir se produce un empobrecimiento del concepto que se tiene
de uno mismo.
Para José
Buendía, autor del libro “El impacto psicológico del desempleo”, la persona
desempleada se siente rechazada por la sociedad, y se vuelve invisible, siente que “no le ven” (síndrome de la
invisibilidad) para la familia, amigos y no digamos para las empresas. La
persona que lo padece se encuentra perdida entre la multitud, fuera del sistema
económico-social.
El trabajo,
además de aportar un nivel económico o salarial, también en general, es una
fuente de bienestar y equilibrio psicológico y/o social, a la vez que una
sensación de utilidad.
La primera
reacción ante un despido, suele ser la perplejidad, con una mezcla de
escepticismo y miedo. Similar a una situación de shock en la que hay presentes
sentimientos de desorientación y confusión, acompañados de una sensación de
fracaso e incapacidad para hacer planes de futuro.
Cuando la duración
desempleo se prolonga en el tiempo, cuando
todos los esfuerzos no dan resultado, la persona se siente pesimista y puede
presentar síntomas de ansiedad, con períodos de melancolía e irritabilidad y en
muchos casos con la aparición de trastornos psico-fisiológicos. En esta fase es
crucial el apoyo familiar social y la capacidad de afrontamiento de la persona.
Más tarde, y
en los casos de paro de larga duración llegan ideas pesimistas e incluso
fatalistas, y se reduce la actividad de búsqueda de empleo, por no tener
perspectivas de éxito. Se ve el paro como un fracaso personal en lugar de
social, lo que le conduce al aislamiento.
Disminuyen
las relaciones personales, se pierden los contactos profesionales
(compañeros/as, jefes/as, clientes, etc.), la persona tiende a encerrarse en sí
misma y a dejar de relacionarse con los demás. Se siente insegura y
desvalorizada, desembocando en un deterioro de las relaciones familiares y
sociales. Pudiendo aumentar en ocasiones la sintomatología depresiva, como los
sentimientos de tristeza o la apatía. Mientras que en otros casos, aparecen
sentimientos de irritabilidad, temor, preocupación y/o sintomatología ansiosa.
Incluso, se ha relacionado la situación de desempleo con la aparición de
trastornos psicofisiológicos.
Además, la
situación de desempleo provoca un sentimiento de tensión al no poder desempeñar
la actividad profesional, la sensación es de pérdida de identidad profesional.
El desempleo puede llegar a provocar un
sentimiento de incapacidad personal y auto-culpabilizarían. Aumentan los
comentarios auto-críticos y los auto-reproches, generándose mayor estrés y una
disminución o pérdida de la autoestima.
- Tomar conciencia: Analizar las dificultades que se te presentan en esta nueva situación para ver los esfuerzos que hay que realizar.
- Expresar los sentimientos negativos: Es saludable expresar las emociones negativas de rabia, impotencia o miedo. Contar con apoyo social y percibirlo ayudará a canalizar dichos sentimientos, a la vez que servirá de válvula de escape. Después de expresar la sobrecarga emocional, es necesario comenzar a poner soluciones que pueden ser:
Planificar los aspectos económicos.
Tener una agenda como si fuera una jornada laboral: Tener una rutina; dedicar unas horas para la búsqueda de empleo, otras para la formación, crear hábitos saludables (deporte, relajación…).
Maria Hilda Lopez Perez
Junta Codema45
jueves, 1 de marzo de 2018
La mitad de las personas en paro, no cobra prestacion alguna
La mitad de las personas en paro en España vive en riesgo de
pobreza, según los últimos datos publicados por Eurostat, de 2016. En concreto
el 49,4%. La tasa de pobreza en este colectivo se ha disparado en más de diez
puntos durante la última década: en 2006 era el 37,7%. En estos diez años, la
crisis económica elevó el número de parados hasta los seis millones, se fue
reduciendo la cobertura de la protección para personas desempleadas y mermó el
número de beneficiarios de las prestaciones de mayor cuantía. "Un país
como España, la cuarta economía de la zona euro, no puede permitirse tener a la
mitad de sus desempleados en riesgo de pobreza", critica Carlos Susías,
presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social
en el Estado Español (EAPN-ES).
La tasa de pobreza de los desempleados en España supera por
menos de un punto la media de la Unión Europea, del 48,7%. El estado con el
peor dato es Alemania, donde un 70,8% de los parados se haya en esta situación
de extrema precariedad. También nos superan varios países de Europa del Este y
Suecia (50,3%). "Sin embargo, en Alemania, la tasa de paro es un 5%. Aquí
tenemos un 16% de paro y la tasa de pobreza es del 50%. Nuestra bolsa de
pobreza por culpa del paro es muchísimo peor", argumenta Raül Segarra,
estadístico del departamento de Trabajo y Asuntos Sociales de la Generalitat de
Catalunya.
Carlos Susías lamenta que, en la actualidad, "estar en
situación de desempleo eleva muchísimo el riesgo de pobreza en España, algo que
no tendría por qué ser así si existiera un sistema de protección
adecuado". Ese aspecto, un colchón social frente al desempleo que no ha
estado a la altura de la aguda recesión que ha atravesado al país, es lo que
destacan los sindicatos y especialistas.
"Tenemos un sistema de desempleo pensado para el
mercado laboral en el que la gente se tiraba 20 años trabajando en el mismo
lugar y eso ya no ocurre", explica Raül Segarra. El aumento de la rotación
en el trabajo está cambiando el mercado y dificulta el acceso a las
prestaciones. "El empleo que se genera es muy precario, con salarios más
bajos, y dura muy poco tiempo. Así, es difícil trabajar el tiempo suficiente
para generar una pensión contributiva", explica.
Al cierre de 2017 había 3,8 millones de parados, según la
Encuesta de Población Activa (EPA). Del conjunto de desempleados, solo algo más
de la mitad (un 58,6%) cobraba algún tipo de prestación. Esta tasa de cobertura
del sistema de desempleo ha ido cayendo en los últimos años, tras el pico de
casi el 80% del año 2010, como advierte el estadístico.
Además, la protección que otorgan estas prestaciones es cada
vez menor: mientras que en el inicio de la crisis predominaba el número de
parados que cobraba la prestación contributiva (la llamada "prestación por
desempleo" o "paro"), su incidencia ha ido cayendo hasta suponer
solo el 40% del total de prestaciones. Si pensamos en el total de desemplados,
solo alcanzan al 20%. Esta pensión depende del tiempo que hayas trabajado y la
base de cotización y tiene una cuantía media de de 828 euros. El resto de las
prestaciones son pensiones asistenciales, "que rondan los 430 euros, que
no supone riesgo de pobreza, es que es directamente pobreza", afirma Mari
Carmen Barrera, secretaria de Políticas Sociales, Empleo y Seguridad Social de
UGT. Entre ellas, figuran el denominado plan Prepara y el subsidio para mayores
de 55 años.
La sindicalista recuerda que no es solo el sistema, en
abstracto, el que no ha cubierto las necesidades generadas por la crisis y
señala "los recortes del Gobierno, que cuando subió el paro hizo lo
contrario de lo que se necesitaba, recortó las prestaciones". Barrera
recuerda que, junto a la reforma laboral de 2012, el Ejecutivo de Mariano Rajoy
dificultó el acceso a algunas prestaciones, por ejemplo con la inclusión del
"criterio de renta familiar, que puede dejar a desempleados sin prestación
por los ingresos en el hogar familiar".
Raül Segarra advierte también de que el Ejecutivo rebajó la
cuantía de la prestación contributiva pasados los primeros seis meses "de
un 60 a un 50%" y el IPREM –un indicador que sirve para calcular varias
prestaciones sociales– "está prácticamente congelado desde hace
años". Mientras que el salario mínimo y los precios suben, el IPREM se
mantiene en los 537,84 euros. Que no aumente esta cantidad es muy relevante
para los desempleados ya que, por ejemplo, la cuantía mínima de la prestación
contributiva para un trabajador sin hijos a cargo es ,del 80% del IPREM".
Segarra destaca que uno de los factores que más explica la
merma de la protección de los desempleados es el aumento del número de parados
de larga duración, los que superan el año sin encontrar un empleo. Del total de
3,8 millones de personas en paro, más de la mitad (1,9) llevan más de un año en
esta situación. De ellas, la inmensa mayoría, 1,4 millones, llevan más de dos
años en desempleo (son lo que se conoce como 'parados de muy larga duración').
Mari Carmen Barrera insiste en que a estos habría que sumarles los que desisten
de buscar empleo y salen de las estadísticas de población activa.
"Probablemente ese 50% de pobreza sería aun peor", calcula.
Estas personas van agotando las prestaciones contributivas
–si tuvieron acceso a ellas– y pasan a depender de ayudas de menor cuantía en
los casos en los que cumplan los requisitos de vulnerabilidad exigidos. Cuando
agotan las prestaciones específicas de desempleo, pueden optar a las rentas
mínimas de las comunidades autónomas, que presentan grandes diferencias según
los territorios. "A partir de ahí, se abre un planteamiento de país, en el
que plantearse qué gastos se está dispuesto a hacer para proteger de la pobreza
a estas personas. Están los debates sobre ingresos mínimos y rentas
básicas", argumenta Segarra.
Otra de las piedras en nuestro sistema de desempleo es la
escasa labor de orientación de las oficinas públicas de empleo, que ha
perjudicado la reinserción de los parados de larga duración, como colectivo más
vulnerable. Un estudio de Fedea alerta
de que "la evidencia disponible indica que el éxito de los programas de
reinserción depende de la capacidad de ofrecer los con una atención
individualizada e intensiva durante períodos relativamente largos", algo
que en el caso de España es "muy limitado, tanto por las restricciones
presupuestarias como por la escasa eficiencia de los servicios públicos de
empleo".
Otro informe de la entidad da cuenta de que el presupuesto
para las políticas activas de empleo (PAE) y, en particular, "la
financiación de las políticas de formación dirigidas a los desempleados
sufrieron considerables recortes durante la crisis, al contrario que en la
mayoría de los países del norte de Europa".
Ante este escenario, desde UGT advierten de que no exageran
cuando alertan de que "los desempleados en España no tienen derechos".
Sin restar importancia a la protección específica de las personas en paro,
Carlos Susías pide no desvincular ni fragmentar la pobreza, como suele ocurrir
al hablar de pobreza infantil o pobreza energética. En este sentido, los
recortes en las ayudas de libros, de transporte y a las familias durante la
crisis también han afectado a los desempleados. "Al final es pobreza. Ha
sido un círculo virtuoso, en este caso, penoso, que ha ido perjudicando a las
familias", sostiene. Segarra puntualiza que, pese a la recuperación, la
protección de los desempleados no ha mejorado "con lo que es posible que
no se trate solo de una consecuencia de la crisis sino de un problema
estructural"
Fuente: El Diario.es
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