lunes, 4 de marzo de 2019
Cuánta precariedad laboral estamos dispuestos a soportar?
Este mes de febrero, el paro registrado aumentó en 3.279 personas, el peor dato desde 2013, si bien la Seguridad Social ganó
69.172 afiliados después del "parón" navideño. Los
sectores a los que se debe principalmente el aumento de la afiliación en febrero son la construcción, la educación
y la hostelería. De los 1,6 millones de
contratos firmados en el pasado mes, casi un 11% fueron indefinidos, frente al
89% de temporales. Los contratos indefinidos disminuyen un 3% respecto a los suscritos
de esta modalidad en febrero de 2018, mientras que el número de contratos
temporales aumentó un 2%. Desde luego no
es un buen dato, además el empleo sigue precario.
Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto
trimestre del 2018, los datos de paro fueron positivos, y cerraron un ejercicio
2018 muy favorable en materia de empleo,
la cuestión clave es que en 2018
creció el empleo y se redujo el paro pero, Cuánta precariedad estamos
dispuestos a soportar?
La pregunta se la hacen Economistas Frente a la Crisis, que despues de analizar datos señalan que las evidencias, son que la economía española no tiene
problemas para crear empleo cuando la economía crece, lo que sucede desde 2014. El comportamiento se debe a la estructura productiva, más intensiva en
empleo que en otras economías, y a la escasa calidad (y, en consecuencia,
productividad) del empleo creado. En términos generales, se crea mucho, pero mal
empleo. Y poco se hace para cambiar este estado de cosas.
En el pasado año esto volvió a ser así. Mientras el empleo
indefinido creció a un ritmo del 3,1%, el temporal lo hizo al 3,9%. Casi uno de
cada tres empleos asalariados creados fue temporal (31,5%). La tasa de temporalidad
(la ratio entre empleo asalariado temporal y total) aumentó apenas una décima
respecto al año anterior.
Los datos de la EPA, evidenciaron que el empleo a jornada
parcial fue una vez más, uno de los responsables de la baja calidad de este. No
tanto porque su volumen relativo fue muy elevado (supuso el 14,8% del total, se
venía reduciendo suavemente desde 2014, tras crecer mucho en el quinquenio
anterior), sino por su carácter eminentemente involuntario.
Más de la mitad del empleo parcial (52,8%) del total, fue
aceptado a falta de un empleo a jornada completa, que es la preferencia, además
tres de cada cuatro empleos parciales estaban ocupados por mujeres. Lo que
constituye una de las fundamentales vías de segmentación y desigualdad laboral
entre ambos sexos, en perjuicio de las mujeres.
Hay un total de 1,8 millones de personas en trabajos
subempleados, es decir, trabajando menos horas de las que desean.
Por lo que se refiere al desempleo, y a pesar de la
reducción mencionada, persiste una elevada proporción de desempleo de larga
duración, para los que no se aportan soluciones eficaces. Casi la mitad (47%)
de las personas en situación de desempleo llevan más de un año buscando empleo,
y uno de cada tres (33%) lleva más de dos años.
En definitiva, 2018 fue un buen año en cuanto a creación de
empleo y reducción del paro, pero siguen (y en algunos ámbitos se incrementan)
las vías de precariedad laboral, que hacen que nuestro empleo sea, en términos
generales, poco productivo, inseguro y mal pagado. Nuestra economía se ha
acostumbrado a convivir con esta anomalía, a costa de una menor competitividad
de las empresas de muchos sectores y, sobre todo, de asumir la pérdida de
calidad de vida de millones de familias trabajadoras.
El problema fundamental es que, si no se soluciona el
gravísimo problema de baja calidad del empleo que arrastramos, no será posible
afrontar con garantías ni la reducción de la desigualdad económica y social, ni
la reducción de la pobreza, ni la sostenibilidad y mejora de las pensiones, ni
siquiera la consecución, de manera estable, de unas cuentas públicas saneadas.
Porque todos los desequilibrios tienen su origen en el sistemático desperdicio
de recursos que supone para el país aceptar un modelo de crecimiento basado en
empleos poco productivos, inseguros y mal retribuidos.
Para Economistas Frente a la Crisis, el
necesario cambio debe venir de que las empresas deberian dejar de obtener
rentabilidad por la vía de contratar empleo precario, a lo que ayudarían dos
cosas. Primero, que el gobierno de turno asumiera que ese cambio en la calidad
del empleo es una estrategia de país prioritaria, y dirigiera los recursos
adecuados (intelectuales y financieros) a ello, lo que exige voluntad política
para acometer los cambios oportunos tanto en la política económica general como
en la laboral. Y segundo, que las empresas más eficientes, las que apuestan por
el conocimiento y la aportación participativa de los trabajadores y
trabajadores, como unos de sus factores de desarrollo esenciales (que las hay)
asumieran protagonismo en ese discurso para el cambio, aliándose con los
sindicatos para impulsar un pacto por el crecimiento y el empleo decente que
pusiera el acento en mejorar aquellos factores verdaderamente influyentes sobre
la competitividad a largo plazo en la nueva economía, y que van mucho más allá
de los costes laborales. Fuente: ElDiario.es EconomistasFrenteALaCrisis
Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre del 2018, los datos de paro fueron positivos, y cerraron un ejercicio 2018 muy favorable en materia de empleo, la cuestión clave es que en 2018 creció el empleo y se redujo el paro pero, Cuánta precariedad estamos dispuestos a soportar?
La pregunta se la hacen Economistas Frente a la Crisis, que despues de analizar datos señalan que las evidencias, son que la economía española no tiene problemas para crear empleo cuando la economía crece, lo que sucede desde 2014. El comportamiento se debe a la estructura productiva, más intensiva en empleo que en otras economías, y a la escasa calidad (y, en consecuencia, productividad) del empleo creado. En términos generales, se crea mucho, pero mal empleo. Y poco se hace para cambiar este estado de cosas.
En el pasado año esto volvió a ser así. Mientras el empleo indefinido creció a un ritmo del 3,1%, el temporal lo hizo al 3,9%. Casi uno de cada tres empleos asalariados creados fue temporal (31,5%). La tasa de temporalidad (la ratio entre empleo asalariado temporal y total) aumentó apenas una décima respecto al año anterior.
Los datos de la EPA, evidenciaron que el empleo a jornada parcial fue una vez más, uno de los responsables de la baja calidad de este. No tanto porque su volumen relativo fue muy elevado (supuso el 14,8% del total, se venía reduciendo suavemente desde 2014, tras crecer mucho en el quinquenio anterior), sino por su carácter eminentemente involuntario.
Más de la mitad del empleo parcial (52,8%) del total, fue aceptado a falta de un empleo a jornada completa, que es la preferencia, además tres de cada cuatro empleos parciales estaban ocupados por mujeres. Lo que constituye una de las fundamentales vías de segmentación y desigualdad laboral entre ambos sexos, en perjuicio de las mujeres.
Hay un total de 1,8 millones de personas en trabajos subempleados, es decir, trabajando menos horas de las que desean.
En definitiva, 2018 fue un buen año en cuanto a creación de empleo y reducción del paro, pero siguen (y en algunos ámbitos se incrementan) las vías de precariedad laboral, que hacen que nuestro empleo sea, en términos generales, poco productivo, inseguro y mal pagado. Nuestra economía se ha acostumbrado a convivir con esta anomalía, a costa de una menor competitividad de las empresas de muchos sectores y, sobre todo, de asumir la pérdida de calidad de vida de millones de familias trabajadoras.
El problema fundamental es que, si no se soluciona el gravísimo problema de baja calidad del empleo que arrastramos, no será posible afrontar con garantías ni la reducción de la desigualdad económica y social, ni la reducción de la pobreza, ni la sostenibilidad y mejora de las pensiones, ni siquiera la consecución, de manera estable, de unas cuentas públicas saneadas. Porque todos los desequilibrios tienen su origen en el sistemático desperdicio de recursos que supone para el país aceptar un modelo de crecimiento basado en empleos poco productivos, inseguros y mal retribuidos.
Para Economistas Frente a la Crisis, el necesario cambio debe venir de que las empresas deberian dejar de obtener rentabilidad por la vía de contratar empleo precario, a lo que ayudarían dos cosas. Primero, que el gobierno de turno asumiera que ese cambio en la calidad del empleo es una estrategia de país prioritaria, y dirigiera los recursos adecuados (intelectuales y financieros) a ello, lo que exige voluntad política para acometer los cambios oportunos tanto en la política económica general como en la laboral. Y segundo, que las empresas más eficientes, las que apuestan por el conocimiento y la aportación participativa de los trabajadores y trabajadores, como unos de sus factores de desarrollo esenciales (que las hay) asumieran protagonismo en ese discurso para el cambio, aliándose con los sindicatos para impulsar un pacto por el crecimiento y el empleo decente que pusiera el acento en mejorar aquellos factores verdaderamente influyentes sobre la competitividad a largo plazo en la nueva economía, y que van mucho más allá de los costes laborales. Fuente: ElDiario.es EconomistasFrenteALaCrisis
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